Claro, las cosas siempre podrían estar peor, y los problemas hay que verlos como grandes oportunidades para el cambio, y la felicidad no es la ausencia de problemas, sino la posibilidad de salir adelante con ellos. Pero no hay peor instrucción en momentos de crisis, que la de que no hay que lamentarse, sino calmarse. No se aflige uno intencionalmente, como para que encima le digan que eso no conduce a nada.
¿Qué queremos? Queremos más tiempo, más
espacio, más libertad, más viajes, más fidelidad, más amor, más placer, más
alucinación, más salud, más paisaje, más piscina, más reconocimiento, más ideas,
más dibujos. Queremos rock. Y más sexo.
Los problemas son como piedras, los deseos son
como humo (o, bueno, como pececitos en un acuario). Es decir, aunque podría uno
aprender a caminar sobre ellos, los primeros constituyen una realidad que puede
ser pesada, lacerante, aplastante y permanente, mientras que los deseos tienen
la intangible ilusión y la belleza de un soplo. Ahora bien, así como un problema puede convertirse, a fuerza de no
tenérsele solución al alcance, en el intenso deseo de que se resuelva por sí
solo, así mismo un deseo muy grande e irrealizable, como una traga maluca no
correspondida, puede convertirse con el tiempo en un problema grave. Y como es
bien sabido, un problema trae otros problemas. Pero eso es harina de otro
costal. Mientras se solucionan los unos o se cumplen los otros, por lo menos se
les dibujan. Todo un gesto de amor.
Juan Mejía 2011
Juan Mejía 2011
Culebrones. Pag 34. Impresión digital. 17 X 12 cm. 67 Ejemplares.
Amuletos. Lápices de colores sobre papel. 30 X 21 cm c/u
Sintomas. Lápices de colores sobre pared. 140 x 90 cm
Fotos: Oscar Monsalve
No hay comentarios.:
Publicar un comentario